En la actualidad es muy común escuchar a madres hablando entre sí que no soportan la conducta de sus hijos. Es más, escuchamos a muchas personas murmurando de otras diciendo “¿por qué ellos no pueden corregir a su hijo?”, “es más, llora por todo”, “pareciera que lo hace por molestar”, “es insoportable y me cae mal”.
Generalmente se culpa al niño de sus malas actitudes, pero… ¿quién tiene la culpa?
A esas malas actitudes les podemos llamar “rabietas” o más conocidas como los famosos ¡berrinches! Ahora hagámonos una pregunta, quién con hambre no se pone de mal humor o cómo nos comportamos sí tenemos sueño.
Muchas veces se culpa al niño de su mala conducta, sin embargo, es necesario descartar ciertos factores que pueden estar ocasionando los berrinches.
La sobre protección de muchos padres, abuelos y otros familiares llegan al punto de hacer hasta lo imposible por mantener al niño contento y evitar su infelicidad; cediendo a las demandas del infante que exige de mala manera y formar un mal hábito de exigir las cosas por medio de esa actitud arrebatada.
En ocasiones no nos ponemos en el lugar del niño y consideramos que como nosotros los adultos podemos, deseamos y aguantamos, también el niño lo puede hacer. No obstante, debemos reparar en que puede estar cansado, con hambre, sueño o necesite pasar un buen tiempo con los seres que ama, y lo que más desea es estar en casa rodeado de comodidad.
Los berrinches siempre se relacionan con los niños, sin embargo, hay muchos adultos que son incapaces de controlar sus emociones y es importante mencionar que los niños aprenden del ejemplo.
Entonces ¿podemos decir que el berrinche es una mala conducta del niño o un mal manejo de los padres?
Sí, efectivamente la principal responsabilidad es de nosotros los adultos. Lo primero que debemos hacer es mantener la calma porque más adelante se necesitará un abrazo que lo haga sentir seguro.
Sin embargo, el que se esté ahí para él no quiere decir ceder ante su rabieta. Se debe conversar con el niño cuando esté calmado, instruyendo con amor, paciencia.
Si creemos que no podemos controlarlo es momento de buscar ayuda profesional ya que probablemente seamos nosotros los adultos los “berrinchudos” sin control emocional.